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Mororrubio


  Los dos adolescentes cruzaban el centro de la ciudad, prácticamente desierta en aquel domingo de primavera, sus caras alzadas al sol. Se dirigían hacia no se sabía dónde con andares cansinos, arrastrando los pies con maneras desgarradas y al mismo tiempo insolentes.
   Sonaron risas taimadas, provenientes del viejo edificio de piedra que ocupaba el centro de la pequeña capital de provincias.
    - ¡Estos viejos ! ¡Habría que darles una paliza a todos !
    - Venga hombre, no te pases. Seguro que hablan del partido de esta tarde. No se ríen de tí, de eso no te preocupes...
     - ¡Da igual ! ¡Son todos unos blandengues que se hacen pis en los pantalones!
     - ¡Como te rayas tío !  Bueno... te dejo - contestó el más alto de los dos al llegar a la esquina - Nos vemos esta tarde en casa del Tony  ¿O.K. ?
     - O.K. tronco
     Se separaron en el bordillo, haciendo chocar sus manos por encima de sus cabezas y volviendo
a arrastrar los pies. Uno se dirigió hacia el norte y otro hacia el sur.

 
                                  

     - ¿Donde esta Pepín ? - dijo una voz reseca carcomida por los años - Tengo las tripas atravesadas como una segunda imaginaria.
      - ¡ Pepeeeeee ! ¿ Viene o no viene ese aperitivoooo ?
      - ¡Voy, caballeros ! ¡ Voy ! - chilló una voz nasal desde dentro de la pequeña cocina, al otro lado del salón.
      - ¡Venga hombre ! ¡ Que nos van a correr las mujeres a gorrazoooos ! - dijo otra voz mas suave
      Sonaron risas taimadas entre el grupo de, como ellos mismos gustaban en llamarse, “señores de edad”. Era ya una tradición llegar tarde a la paella de los domingos. Su tertulia matutina se
había convertido, con el paso de los años, en algo sagrado. Mientras reían, sentados en el pequeño
patio del viejo casino (un testigo mudo más del último siglo de vida de la pequeña ciudad), dos
pares de ojos detras de gafas espejadas cruzaban el enrejado.
    - ¿Habeís visto a esos dos “repelaos” ? ¡Seguro que acuden esta tarde al partido ! ¡A hacer
alguna calaverada por supuesto !
      - ¡Mariano hombre ! ¡ Que son cabezas rapadas, no “repelaos” ! 
      - ¡Bueno pues lo que sea rediós ! ¡ No me hacen ni pizca de gracia esas memeces que se
llevan ahora los zagales !
      - ¡Y dale ! ¡Pero si sólo son eso, Mariano, memeces ! Tonterías, tonterías de chavales,
hombre.
      - ¡Que chusco me suena eso ! ¡ Esas “tonterías” han matado ya a gente, Manolo.
      - A  ver, caballeros..., a ver... - dijo una voz nasal a su espalda.
      - ¡Pepín ! ¡Dichosos los ojos !
    - A ver..., a ver...El tinto para D. Manuel, el jerez para D. Mariano, la clarita par D. Alfredooo...y taquitos de jamón y queso con unas rellenaaas...¡ Buen provecho, señores !
       - ¡Venga Pepín, échate una caña con nosotros que estás “desfaenao”, hombre !
      - Es que...
      - Apretarlo, apretarlo, que le gusta hacerse de rogar.
      - Venga, recordones, ¿Nos la vas a despreciar ?
      - Bueno, yooo...
      - Darle mas fuerte, que ya lo tenemos, ya.
      - No se hable más señores, el cliente siempre tiene la razón - contestó el joven acercando una silla.
      - ¿Y que Pepín ? ¿Como ves el final de liga ? - le preguntó Manolo.
     - Mire usted, me encanta que me hagan esta pregunta - respondió, cambiando su tono nasal por
otro de asombroso parecido con un político de moda.
      “Un antiguo empresario, un antiguo funcionario y un ex-guardia civil, mas un camarero que no
llegaba a la veintena” - pensó Manolo - “Todos ellos hijos cada uno de una madre y de una época.
Todos hablando de lo mismo, de esa pasión en la que todo el mundo tenía voz, que igualaba a obrero
y a patrón, a joven y a anciano, a alcalde y alguacil...”
       - ¡Pero que dices! ¡Que gaitas vais a ganar la ligaaaa ! - Dijo Mariano.
       - ¡Vosotros ! ¡Vosotros si que lo tenéis crudo, si ! - le contestó Alfredo.
       - Que no, que no. ¡ Que no hay nada dichooooo ! - terciaba Pepín.
       - JurJurJur... - decía Manolo.
                                                                               *  *  *  *  *
       Pedro sonreía leyendo la prensa mientras escuchaba a su madre en la cocina, porque para no
perder la costumbre, su marido llegaba tarde a comer.
        - ¡ Si es que parece que lo hagan adrede ! ¡Cuanto más te esmeras, peor! ¡Y después de quedar mal con la familia, seguro que querrá ir al fútbol!

       - Venga Maruja, que el arroz tiene que reposar para que se acabe de hacer... y además,
hasta hace poco todavía ibas con tu marido al fútbol los domingos ¿o no ? Si no vas ahora es
porque no quieres - dijo Arantxa.
      - Porque eres mi nuera preferida que si no... ¡ Te daba con esta sartén en la crisma !
      - Marujaaaa...que sólo tienes un hijooooo...
      - ¿Te he contado alguna vez como nos conocimos tu suegro y yo ?
    -  Unas cuantas, Maruja : Una tarde de Domingo después de un partido de fútbol, tu paseabas
con tus amigas y entonces...
     Pedro, otra vez sonriendo, dejo la tele, la prensa, estiró los brazos abriéndolos en cruz y
mirando hacia arriba dijo :
     - Padre Nuestro que estás en los cielos...¡Gracias por haberme dado una mujer que pueda con
mi madre !
     Mientras acababa la frase, la cerradura de la puerta crujió con su característico ruido.
    - ¡ Crock ! ¡ Crock ! ¡ Crock !
    - ¡ Abuelito ! ¡ Abuelito ! - Dijo su hijo saltando como un muelle del sofá y abandonando el programa infantil de la primera.
  - ¡Hombre Pedrito ! ¡ Ven aquí muchachote ! - Decía Manolo con su nieto al cuello.
   - ¡Abuelo ! ¡ Abuelo !  ¿ Cuando vamos a ver el partido ? - dijo el crío.
   - ¡Hombre ! primero hay que comer que la tarde es muy larga, ¿ no te parece ?
   - ¡Yo no tengo hambre, abuelo ! - contestó Pedrito muy serio.
   - Pero... ¿ es que tu no sabes que a los niños les miran la tripita para saber si han comido antes de entrar en el campo ?
   - ¿Siiiiii ?
  - ¡ Siiiiii ! Asi es que ... ¡ Hale ! ¡ A comer ! - Y lo despachó hacia la cocina con una amistosa palmada en el trasero.
   - Ven aquí, ven Manolo, que tu no te escapas - decían a coro Arantxa y su madre desde la cocina.
   - Estoooo...ya voy Maruja, ya voy - Contestó su padre.
   Y se sentó en el sofá junto a Pedro, con aire divertido.
   - ¿ Qué tal el aperitivo, papá ?
   - Bueno, como siempre, ya sabes. Fútbol, política, toros...
   - Mamá está jurando en hebreo porque se enfría la paella, papá.
   - Bueno, como siempre, ya sabes...
   - Venga, vamos a sentarnos que son capaces de darnos el Domingo.
   - Bueno...
                                                                               *  *  *  *  *
   Drazen Crackjowzky hacía crujir sus nudillos sentado en el impersonal sofá de la casa donde
vivía con su mujer y su hijo. Su casa desde que llegaron a aquella luminosa ciudad a los pies del
Mediterráneo. A los pies del mismo mar que desde niño había adorado en su país natal.
  Intentaba concentrase y evitar los nervios, después del entrenamiento de cara al partido de esta
tarde. El decisivo en la promoción de ascenso, el que contaba de verdad...
   “Tienes que estar tranquilo” - se decía a sí mismo - “Nos jugamos mucho. La primera división,
la de verdad. Había trabajado duro a lo largo de la temporada y tenía el éxito ahora, al alcance
de sus manos. Casi podía tocarlo. Todo el mundo estaría pendiente de él, del “delantero que vino
del frío”, del “mororrubio” que había marcado tantos goles. Si lo conseguían era posible que un
equipo de mayor empaque se fijase en el y, entonces, entonces...
   Entonces  vinieron los recuerdos, las imágenes a borbotones, a golpes, intermitentes. Los
recuerdos de un niño que sólo había soñado desde su infancia con pegarle patadas a un balón.
   En el fondo se había dado cuenta que era una persona sencilla, que únicamente pretendía hacer
lo único que entendía y que sabía hacer. Lo que toda su vida había hecho, jugar a fútbol.
  Por eso nunca entendió las diferencias, las rencillas, el racismo soterrado y agazapado como una
bestia dormida. El monstruo que al final había saltado salpicándolo todo de rojo.
   Por eso nunca entendió porque razón los cadáveres se apilaban entre las ruinas, entre el dolor
de sus gentes. Los cadáveres envueltos en sábanas con manchas carmesí que chillaban lanzando sus
gritos al cielo...
   Por eso nunca entendió aquel horror frío y pálido… como una cuchilla de afeitar rasgándote el
ojo.
   Y después... el éxodo, la huida. La escapada de una guerra que era la vergüenza de la vieja
Europa.”
  Se levantó, cansado como por un terrible peso encima de los hombros. Aquel cuento que leyó
cuando era adolescente, cuando devoraban la prohibida literatura americana como lobos
hambrientos...
   La historia de aquel viejo boxeador que por un bistec, pierde su futuro en su último combate,
cuando lo tenía entre sus manos.
   Alzó la vista y se encontró con los ojos de su mujer, su compañera, su vida. Sin decirle nada,
ella se acercó y le beso en la frente, antes de que saliese por la puerta, poniéndose de
puntillas. Drazen esperó el ascensor con una agridulce sonrisa en el rostro y una extraña
sensación de... ¿“dejá vu” ?. Sabía perfectamente que María , hasta ahora nunca había hecho eso,
antes de un partido.
                                                                               *  *  *  *  *
   - Maruja, cariño, tu y tu paella sois como el vino : mejoráis con el tiempo, si señor.
   Maruja le devolvió como contestación una cómica mueca reprobatoria al mismo tiempo que blandía
el tenedor con cara de pocos amigos.
   - ¿Sabéis cual es su truco ? - dijo Arantxa - Pues que siempre tiene que dejar que el arroz
repose unos minutos. Como Manolo se hace esperar al estilo de las estrellas de cine... Ji, ji.
   - ¡Pues bien a gusto que os la zampáis siempre, tragones ! - Contestó al fin Maruja.
   Todos rieron. Hasta Pedrito, contagiado por el calorcillo de la sobremesa. Arantxa entre
sonrisas, miraba de reojo a Pedro, como esperando algo, como diciéndole “ahora es el momento,
Pedro”. Maruja la cazó al vuelo.
   - ¿Pasa algo Pedro ?
   - No...nada. ¿ Por qué ?
   - No, por nada...
  - A todo esto - interrumpió Manolo - vamos a tener un partido emocionante ¿ sabes ? Hoy nos
jugamos el ascenso.
  - Ya...estooo - Pedro vio como su mujer bajaba la vista - pues ahora que lo dices...verás : No
podré ir. Resulta que mi jefe y su mujer nos han invitado a su casa esta tarde a tomar café
y...bueno, en fin, ya sabes como son estas cosas.
  - ¡ Pero Pedro ! ¡Si hoy le habíamos prometido a Pedrito llevarlo con nosotros ! - la cabeza de
Pedrito hacía la pared desesperadamente entre los dos extremos del área, su padre y su abuelo.
  -Ya...m...m... ¿Te importaría ir con él ? Nos harías un favor. Mi jefe no tiene críos y no sé si
es buena idea...
  El abuelo miró a su nieto con los ojos abiertos como chapas que le decían “¡ Por favor, por
favor !” Se sacó una sonrisa de la chistera y exclamó:
  - ¡Pues claro que sí ! Además, Pedrito, hoy por ser un día especial  tienes sorpresa doble.
  - ¿Siiiiiiii ?
  - Mira a ver que encuentras debajo de la tele, anda.
  Pedrito se levantó de la mesa de un salto y se dirigió a donde le indicaba su abuelo. Dentro
había un bulto esférico envuelto en papel de regalo. El papel quedó hecho añicos en un instante y
dejó a la vista un Adidas Tango brillante como un sol. El niño casi se cayó al suelo del susto,
abrazando a su nuevo amigo como si le fuese la vida en ello.
  - Y eso no es todo. Esta tarde lo probarás en el campo de fútbol con césped de verdad.
  Pedrito se estaba poniendo azul por contener la respiración.
 - Bueno papá, no se cómo lo haces pero siempre tienes un as en la manga. Conmigo no te portabas
igual so-granuja.
 - Déjame que ejerza de abuelo y malcríe a mi nieto, hombre. Además, por aquel entonces estaba tu
abuelo,que en paz descanse.  Por cierto, ¿ Os he contado alguna vez que en una tarde muy parecida
a esta nos conocimos mi mujer y yo, o sea vuestra madre y suegra, en un partido de fútbol ?
 - Unas cuantas, Manolo, unas cuantas - contestaron Maruja y Arantxa a coro.
 - Ah, vaya.                      
                                                                               *  *  *  *  *
  - Hey Tony, pásame la litrona, tronco.
  - Ya va hombre, ya va.
  - ¿Sabeís tíos ? - dijo una voz montada en alcohol - Esta tarde me voy a pulir al “mororrubio” ese de los cojones como no meta un par de goles.
  - Es un musulmán Bosnio, no un moro, tarugo.
  - Tarugo tu padre, gilipollas.
  - ¡Sig Hail !
  - ¿Que has dicho ?
  - N...nada hombre, nada.
  - Pocas bromas conmigo ¿Eh?  ¡ Que te abro la cabeza marica de mierda !  Es un moro hijo de
perra. Y punto.
  - ¡ Bueno, ya está bien ! ¡ En mi casa no quiero líos ! Ya os embroncareis en el campo de
fútbol. ¡ Y tu deja de beber tanto animal, que no vas allegar a la segunda parte !
                                                                               *  *  *  *  *
  - ¡Menudo zagal de nieto tienes ya ! ¿Eh, Manolo?
  - Vaya que sí, Pepe. ¡Mira cómo le pega, mira !
  Los dos ancianos mantenían una conversación distendida, viendo al crío corretear detrás del
balón por el verde del terreno de juego. Pepe había pasado su vida en él. Primero como jugador
amateur, con Manolo. Después como profesional y luego como técnico del club alrededor del cual
giró su vida.
  Ambos mantenían su vieja amistad y su afición a pesar del paso de los años. Quizá porque los dos
descubrieron a la vez, conforme se convertían en adultos que, en el juego, en la confrontación,
había una alegoría que reflejaba las reglas con las que la vida se les iba revelando, poco a poco.
Ese ritmo que estaba debajo de todas las cosas, en todas partes...
  Y además, los dos sabían que hacía falta mucho tiempo para conocer a alguien y considerarlo su
amigo.
  - Nada hombre, ya tenemos aquí a un futuro “pichichi”.
  - Ya veremos Pepe, ya veremos.
  - M... ¿Y como es que no ha venido tu hijo ?
  - Es que...Tenía un compromiso con su jefe. Ya sabes lo que son esas cosas. El chico necesita un
empujón en la empresa. Trabaja como un condenado pero no acaba de cuajar...
  - Ya...Eran otros tiempos los nuestros ¿Eh?
  - Y tanto ¡Que gaitas ! ¡Entonces si que jugábamos a fútbol ! - dijo Manolo. Los dos rieron.
  - Recuerdas... ¿Recuerdas cuando salimos al césped por primera vez con el equipo amateur ? El
sol, el olor de la hierba recién cortada...
  - ¿Que si lo recuerdo? ¡Como el día del gol de Marcelino contra Rusia! - Las risas se
convirtieron en carcajadas y palmadas en la espalda.
  - ¡En fin ! Voy a por el crío y nos vamos a tomar una horchata antes del partido ¿hace?
  - Venga.
  Caminaron hacia los interiores de las remodeladas gradas buscando una salida discreta conocida
por toda la “vieja guardia”. Un gigantón rubio se cruzó con ellos.
  - Buennoss  tarrdoss, Señorress - dijo con una sonrisa nerviosa.
  - Buenas tardes, Drazen - contestaron los dos ancianos. Pedrito miraba al delantero con la boca
abierta de en par en par.
  - Drazen... ¿Podrías firmarle la pelota al niño ? - dijo Pepe en un arranque de espontaneidad

que sorprendió a Manolo.
  - Clarro donn Josse. Yo ensseguido firrmarr.
  Pedrito se estaba poniendo azul otra vez.
                                                                               *  *  *  *  *
  - ¡ Pero que rica esta la horchata ! ¿ Eh, Pedrito ?
  - ¡ Siiiiii ! - contestó Pedrito dejando de hacer burbujas con la pajita y apretando el balón
contra su pecho por si este salía corriendo.
  - Anda zagal, que menudo balonazo tienes ahora ¿eh?
  - ¡Siiiii ! - volvió a contestar el niño, apretando mas el balón.
  - Oye Pepe, tu que te enteras de todo en el club, ¿ Que hacía el “mororrubio”  a esas horas en
el campo ?
  - ¡ Ah ! ¿No lo sabias ? Va siempre antes de un partido. Es muy supersticioso. Se pone su mejor
traje y sale al césped a recorrer el campo de portería a portería.
  - ¡No me digas !
  - Como lo oyes
  - Pues mira… me parece un buen hombre este Drazen.
  - Y se ve que lo es. Las pasaron canutas antes de poder salir. Perdió a casi toda su familia en
un bombardeo. Por lo que me han contado su hijo no ha soltado ni una desde que llegaron, y de eso
hace año y medio. Ahora tendrá la misma edad que tu nieto...
  - ¡Que me dices ! Que horror, por Dios. No tenía ni idea. Y todavía tiene fuerzas para entrenar
todos los días… Y jugar…. Los tiene bien puestos el mozo.
  - Todo el mundo lo quiere mucho. ¡Hasta lo aprecia el Presidente ! - Ambos sonrieron otra vez
con complicidad - O casi todo el mundo vaya. ¡ De buena gana cogería por banda  a esos “repelaos”
que se ensañan con él.
  - ¡Bah ! Nada más que chavales haciendo trastadas, que te lo digo yo. Alguno que otro habrá más
loco de lo normal, pero bueno de esos los hay en todas partes, cada uno con su disfraz.
                                  *  *  *  *  *
   Al linier se lo habían llevado en volandas, inconsciente por el impacto de un proyectil hecho
con varias monedas de quinientas pesetas y cinta adhesiva. Lo lanzó uno de los cabezas rapadas, a
todas  luces el mas desequilibrado e incitador. Y a todas luces también el más borracho de todos.
  No contento con haber herido al pobre hombre, todavía se encontraba bastante gallito (cuando lo
sacaban entre varios agentes de seguridad ) como para nombrar a toda la familia del árbitro y de
paso comentar las escasas atribuciones varoniles del delantero de su equipo.
  - ¿Has visto Manolo ? ¿ Que te decía yo ?
  - Pues que quieres que te diga. Un desequilibrado mas...
  - ¿Pero que no has visto lo que ha hechoooo ?
  - Y tanto, lo teníamos a veinte metros...
  - ¡Abuelo ! ¡Abuelo ! ¿ Por que se llevan a ese señor tan enfadado ? - preguntó Pedrito.
  - Pues porque ha sido malo y le ha pegado a otro señor.
  - Aaaaaaah...claro.
  - Esto en nuestros tiempos no pasaba - remugó Pepe.
  - Pasaba igual, pero no nos enterábamos...- Le susurró Manolo con saña.
  - Mira ¿Ves? - continuó - Ya se ha acabado el jaleo. Se llevan al “taradito” de turno y...¡voilá !
  - No sé, no sé.
  - Pero si... ¡Miralos ! ¡No son mas que criajos ! Tu y yo las hacíamos de peores cuando jóvenes.
  - ¿Seguro ?
  - Hombre, pues la verdad es que no. Son otros tiempos, Pepe. Pero eso no quiere decir que sean
peores. Son distintos. Y ya está.
                                                                               *  *  *  *  *
  En el vestuario del equipo local habían muchos nervios. El Míster increpaba a los jugadores, repasaba tácticas y planteaba otras nuevas. Estaba igual o peor que el resto de jugadores y
asistentes.
  Los masajistas se afanaban relajando cuádriceps y gemelos, castigados por la recta final de la
temporada y por el exceso de adrenalina acumulada en los últimos cuarenta y cinco minutos.
  A  los que no habían entrado en juego y “chupaban banqueta” por uno u otro motivo, todavía se
les veía peor.
  Los mas se empeñaban en no perder el tono muscular, haciendo estiramientos hasta que rompían a
sudar. Los menos se comían las uñas siguiendo los comentarios de su entrenador y asintiendo con
pestañeos y movimientos de cabeza.
  Drazen intentaba olvidar aquel misil que había detenido el linier con su cabeza y que al parecer
iba dirigido a la suya. Intentaba relajarse y recuperar fuerzas para los martirizantes tres
cuartos de hora que les esperaban.
                                                                               *  *  *  *  *
-¡¡ A T E N C I O N !! : ¡¡

Ladefensalocalcedelcontrolalmediodelcampoesperandounanuevadistribuciondeljuegoy
confiandoenRamirezelcerebrodelequipoooooooooooooo...corazónymotordesuscompañerooooooooooooos...    RamirezsedesplazaconelesféricocediendoenpasecortoaRaúlqueseadeentraaaaaaaaaa...AvistoaDrazenenposi
cioncorrectayenestosmomentoshacelapasadadelamuerteeeeeeeee...Drazensestiraintentandoconectaryyyyyy
yy....       

¡¡ No llega señores !! ¡¡ No llega !! 
¡¡ Por apenas un palmo y medio Drazen no llega
!! ¡¡ Y la meta contraria desguarnecida !! 

¡¡ Una verrrrdadera ocasión de gol que hace que a los aficionados presentes les de un vuelco el corazón, señores !!   
Y ahora, una pequeña pausa desde su radio amiga y unos pequeños consejos que...
                                                                               *  *  *  *  *
 Pedro y Miguel intentaban seguir el partido desde el estéreo, cosa difícil, acostumbrados como
estaban al televisor. Pero ese partido no lo daban en la “autonómica” y, además sus señoras la
habían incautado para ver un especial sobre planificación familiar. A ver quién podía con ellas.
  El caso es que su jefe y señora habían decidido traer descendencia a este mundo y, en fin, ambas
esposas, mujeres liberadas ellas, de repente y como por arte de magia en cuanto salió la
conversación, arrearon con el papel de madres y con el dogma “que-vais-a-saber-vosotros-de-esto”,
enfrascándose toda la tarde en una conversación sobre los prolegómenos de un embarazo.
   Pedro y su jefe - ahora menos jefe y cada vez más Miguel conforme avanzaba el encuentro -
optaron por obviar la situación y ejercer de cabezas de familia sintonizando con diligencia y
precisión la emisora adecuada y comentando de vez en cuando alguna jugada que otra ( sic ).
                                                                               *  *  *  *  *
  - ¡Felipe ! ¡ A ver que hacemos para calentar esto !
  - ¡Vamos hacia GolSur con los “repelaos” y la “vieja guardia” !
  - ¿Con lo de siempre ?
  - ¡Con lo de siempre Felipe !
  De la baqueteada corneta empezaron a salir las notas de “Soldadito Español” el himno oficioso
del equipo cuando este se plantó en la primera división allá por los sesenta, cuando varios de sus jugadores cumplían el servicio militar en el acuartelamiento de la ciudad por obra y gracia del
teniente coronel del destacamento, gran aficionado a los goles...
   Felipe con la bota de vino a un hombro y la cincha del bombo al otro, lo aporreaba como si se
estuviese acabando el mundo.
  - ¡Ta-ta-ra-ta-ta-ra !
  - ¡Bom, bom, bom, bom !
Preludio para una ola humana.
                                                                               *  *  *  *  *
  - ¡Venga tíos ! ¡Panda muermos ! ¡Que hay que animar al equipoooooo !
  - ¡La ola ! ¡La ola ! ¡La ola !
  - ¡Venga que se noteeeeee ! ¡ La olaaaaaaaaaa !
                                                                               *  *  *  *  *
  Drazen estaba extenuado. Veía al jugador número doce como veía al resto de sus compañeros pero,
eso no era suficiente. El agotamiento caía sobre él como una losa. Ya no era un adolescente  y, el
esfuerzo acumulado de todo un invierno... “Por un bistec”.
   Tuvo otra vez esa extraña sensación. No quiso pensar por qué. Necesitaba concentrar la escasa
energía física y mental que le quedaba en sus pies, el balón y los veintidós hombres  que hacían
frenéticos movimientos por aquel rectángulo verde.
   Empate. Un maldito empate. La euforia inicial se había venido abajo con la igualada del
visitante. Después las barreras defensivas, prácticamente infranqueables. Y los nervios. Malditos
nervios. Y el cansancio. Y la desesperación. Todos sabían que un contragolpe afortunado sería
fatal para el contrario.
  Fueron pasando los minutos, los segundos, las intentonas toscas, sin energías, las aperturas de
juego planificadas, las jugadas de pizarra... Nada.
     Pero no podían rendirse. No ahora.
   Siempre, cuando entrenaba, cuando jugaba, había oído una voz  que le animaba y que le hacía
sentirse descaradamente libre. Porque aquello que oía cuando estaba corriendo, cuando estaba
saltando, aquella voz suave que le hablaba tranquilamente al oído, era su voz...y nadie podría
nunca quitarle eso.
     Ni siquiera el cansancio.
  Apenas quedarían un par de minutos. El último cartucho con la posesión del balón. Intentó
ganarle la posición a su marcador, su auténtica sombra durante toda la tarde. Uno de los defensas
que había adelantado su posición en ataque lo vio, reteniendo el balón en sus pies unos instantes.
Atrasó un poco el pié de apoyo para envolver el cuero con la zona interior de su empeine de abajo
hacia arriba y hacia fuera, peinándolo en un centro-chut desesperado.
  Drazen anticipó bien la jugada y se adelantó al defensa en posición correcta, en una carrera
frenética, intuyendo la trayectoria del disparo, afectado por el “lift” que le había proporcionado
el zaguero.
  Cuando levantó la vista, todavía corriendo, casi lo tenía encima. Saltó todo lo que le permitían
sus ochenta y cinco kilos y casi metro noventa de estatura, acompañando mas que tocando, al
caleidoscopio de  cuero blanco y negro, volviéndolo a elevar, colgándolo en el aire...
   Había sorprendido al portero ligeramente adelantado.
   ¿ Gol ?
   Quince mil personas se pusieron en pié, presas de un extraño mecanismo que las apresaba, cuando
la pelota,  después de rozar los dedos del guardameta se introdujo en la portería, e hizo moverse
a las redes de un modo característico, prácticamente inconfundible.
   ¡¡  G  O  O  O  O  O  O  O  O  O  O  O  O  O  O  O  O   L  !!
   El bramido se elevó hacia lo alto, estruendoso, ensordecedor. Drazen se dirigió hacia el balón,
lo cogió y se encaminó como un poseso hacia la zona de la afición incondicional que ahora le
rendía, sin excepción, homenaje.
   ¡¡ MO-RO-RRU-BIO-MO-RO-RRU-BIO-MO-RO-RRU-BIO-MO-RO-RRU-BIO !!
   El delantero miraba las gradas exultante con el balón bajo un brazo y el otro extendido con el
puño en alto, mientras iban cayendo sobre él, uno tras otro, los componentes de su equipo. Antes
de abandonarse a los abrazos y felicitaciones de sus compañeros, pudo reconocer en la zona donde
se solía colocar la afición de “siempre”  a un anciano con un niño en brazos que sostenía un
Adidas Tango con una sonrisa de oreja a oreja.
                                                                               *  *  *  *  *
   María estaba nerviosa. Le había dicho a su hijo que se pusiese los auriculares para oír la
radio. Él le contesto con un movimiento de cabeza, sin decir nada. Dos años, llevaba así casi dos años. Llevaba así desde que cayó aquel obús  en el patio del colegio mientras un montón de críos
jugaban a pegarle patadas a una bolsa de tela llena de trapos.
   Desde que tuvieron que sacarlo de debajo de una pila de desechos humanos, sus compañeros de juegos momentos antes. Un montón de cuerpecitos que no entendían de religiones, de razas ni de
territorio. Que sólo querían saber de porteros defensas y goles.
    Que sólo querían que les dejasen ser niños.
    María se tomaba una tila de pie, atenta aunque sin quererlo, a cualquier exclamación de júbilo
procedente de la zona norte de la ciudad. Al mismo tiempo que oía el bramido, su hijo entró en la
cocina. Llevaba puesta una sonrisa de oreja a oreja y apretaba el viejo balón que le regaló el
padre de Drazen como si este fuera a salir corriendo.
    - Mamá, papá ha metido un gol en el último minuto. Y de cabeza.
   La taza de porcelana cayó al suelo haciéndose añicos, mientras la mujer ahogaba con sus dos
manos una exclamación.
    - ¿Iremos a jugar a la playa para celebrarlo, mamá?
   María se arrodilló y abrazó a la pelota y al crío entre sus brazos.
    - Pues claro que sí, mi niño, pues claro que sí - le dijo besándolo, con una lágrima
correteando por su mejilla.
                                                                               *  *  *  *  *
   -  Bueno hijo... ¿ Y que tal en casa de tu jefe ?
   -  Te hubieses muerto de la risa, papa. Oyendo toda la tarde el partido por la radio, mientras
Arantxa y Carmen hablaban de embarazos. Resulta que tiene también mucha afición. Fue jugador
juvenil del equipo de su ciudad, cuando joven. Por cierto, ¡Ejem ! Le he prometido acudir algún
día que otro con nuestro abono...
   - Si hombre, sí, no te preocupes. Pero partidos como el de hoy  no se ven en cincuenta años,
tontaina.
   - Ya...ahora me arrepiento de no haber ido con vosotros. ¡ En fin ! Hay mas días que longanizas
¿ no crees ?
   - ¿ Sabes ? Cuando el “mororrubio” se acercó a la banda para celebrar el golazo, se nos quedó
mirando por un momento. Quiero decir, creo que se quedó mirando a Pedrito. Fijamente. Pero… no
sé... no se porque.
Supongo poruq antes del partido lo vimos recorriendo el campo… y le firmo el balón a tu hijo.
   Me parece que si hay alguien que se merecía ese gol es ese hombre.
- ¡Anda ! ¡No me digas ! ¿Le firmó el balón?
  - Te digo. Y... otra cosa. Recuerdo que andabas un poco preocupado porque para la edad que
tenía, Pedrito era...mmm... poco locuaz ¿No ?
  - Pues...
  - Pregúntale por el partido, pregúntale. Mientras abrazaba la pelota que le han firmado…No ha
parado de cotorrear. 

Desde que salimos.
¿Curioso… verdad?

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