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LA TRIALERA

Una raza extraña, esta la de los endureros.
Cuando mas montas mas ansia tienes por seguir montando.
Y en cuantos mas fregaos te metes mas ganas tienes de complicarte la vida y cuando... En fin.
Que os voy a contar...!
Es una enfermedad... una droga que no tiene fin.
Cuando estas calentito delante de tu mesa, como un señor, piensas... que hago aquí... por que no estoy allí...
Y cuando estas allí... te dices... pero que hago aqui pasando frío, dolorido y gruñiendo como un gorrino si podría estar calentito como un señor...
Pero siempre repites. Siempre.
LA TRIALERA


No te quita vida... te la dá.
Y te enseña, te hace humilde.
Aprendes a dosificarte, a ser precavido, a depender de ti mismo... pero al mismo tiempo a trabajar en equipo y cuidar de tu compañero.
Porque él va a cuidar también de ti.
Como la vida misma. Nadar y guardar al ropa.
Tienes que disfrutar de ella... pero no hay que perderle el respeto.
Ya me gustaría a mí... que en la Universidad me hubieran enseñado la mitad de lo que he aprendido buscándome la vida en estas trialeras... ya me gustaría.
Buen negocio, ese de la Universidad...
Y en esta otra academía... hace poco me "concedió la licenciatura" un endurero, de los de verdad, de los de siempre.
Una persona afable, buen profesional, buen esposo y mejor padre.
De los que te enorgulleces de tener como amigos.
De esos que... de vez en cuando, muy de vez en cuando, alguna vez mientras habla de motos... se le nublan los ojos y te das cuenta de que en ese momento... le falta el canto de un duro, para liarse la manta al cuello, tirarlo todo por la borda, cargar la moto y perderse y no volver hasta que haberle dado la vuelta al mundo dos o tres veces.
Que Grande...!
Con sus cosillas, como todos, pero un tío grande.
Pues si. 
Ibamos a subir -juntos- LA TRIALERA.
Llevaba años queriendo hacerla... de subida.
De bajada ya la había hecho hacía mucho, cuendo empecé con esto... y siempre me preguntaba como era posible que se pudiera hacer también de subida.
Y ya veis, aqui estaba yo, dispuesto a meterme a mi bestia negra entre pecho y espalda.
Bueno, esa y un par de trialeras mas, de cuyo nombre ni siquiera me acuerdo.
Solo me acuerdo de ella.
De LA TRIALERA.
LA TRIALERA
La tenía en mente, desde hacía mucho, muuuuucho tiempo...
Me decía...
¿La podre hacer algun dia?
¿Llegaré a ser un endurero de verdad?
Dicen que hasta que no la haces enterita y pasas -sin pestañear- esa losa malévola a mitad de recorrido...
Hasta entonces no eres un endurero de verdad.
Hasta que no echas los higadillos por alguna parte de su recorrido no eres un hombre.
Hasta que no la saboreas y la sufres... no sabes lo que es montar en moto.
Sus escalones... uno tras otro, las lajas de piedra suelta... los agujeros entre piedra y piedra.
La preparamos para atacarla con premeditacion y alevosía.
Tras un unos meses de entrenamiento para coger forma.
Había que entrenar, fisica y mentalmente.
Hacerse a la moto.
Pues LA TRIALERA no perdona si te equivocas.
La esperaba... Con respeto, con ganas... pero siempre con MUCHO respeto.
Quiero decir...
No os voy a engañar: estaba con unas cagaleras del copón.
Pero al final...
No tuve la sensacion de que pudiese conmigo. Todo lo contrario.
Bueno... un poco sí.
Varias paradas para coger fuelle, un par de "allavoys" memorables y alguna cafetera, que sirvió para coger mas fuelle.
Mmmmm... Tampoco voy a deciros cuanto tiempo nos llevó, que me da vergüenza.
Pues sé que hay gente que se la ventila dia si y dia también con cronómetro en mano.
Yo eso.. a mi edad y con mis obligaciones... ya no me lo puedo permitir.
Pero me gustaría, maldita sea mi estampa.
Aún asi... Siempre tuve la sensacion de estar controlándola.
Como si hablase conmigo, en cada curva en cada escalón...
Cada vez que levantaba la moto del suelo, o se me escapaba de las manos... o paraba porque no podía mas.
Sufriendo a veces, pero disfrutando otras.
Los primeros escalones buscando la trazada correcta, colocando la moto.
Los siguientes de pie con un dedo en el embrague... jugando con gas y peso del cuerpo...
Mas adelante ya sentado... subiendo "a biela" y jugando con el peso en estribera externa y apoyo en el interior.
En cada curva puñetera, arañando con los pies... para reservar fuerzas.
Escuchando el "Ro-Roo-Rooo..." del puchero de dos tiempos, traccionando sin apenas revoluciones, para no escarbar, para no derrapar, para no perder velocidad.
Vengaaa... Vamooosssss...!!!
Buscando por todos los medios no perder la inercia ni tampoco la trazada correcta...
Que fácil es decir eso y que dificil es hacerlo...
Otra curva sin agarre...
Otro escalon...
Otra losa de piedra suelta... Otra grieta en el camino.
Otra vez al suelo.
El corazón desbocado... el pulso en tus sienes.
Tu respiración agitada, bajo el casco.
Y así una y otra vez.
Diossssss... que larga y que bonita es la hija de perra....!!!
No se acababa nunca.
Pero... llegué arriba "relativamente" fresco y con ganas de mas.
Ahhhhhh....!!!
Quiero masssss...!!!
Quien me lo iba a decir.
Pasadas las 10 de la noche, entre en casa.
Ni fúrgol, ni prime-time, ni su puta madre.
Tenia una sonrisa estupida en mi cara, que según mi mujer lo decia todo.
Me levanté con la misma sonrisa bobalicona.
Y estuve una semana que me daba todo igual.
Ya me podían enmarronar en el curro que me la traía floja.
No había problema que se me atragantase ni embolao que no me viese con energias para solucionar.
Habia subido LA TRIALERA.
Eso era lo importante.
El siguiente objetivo: Hacerla del tirón.
Y me digo...
¿Lo conseguire algun dia?
¿Llegare a ser un endurero de verdad?
Somos una raza extraña, esta la de los endureros.




2 comentarios :

  1. Descripción más precisa imposible, sobre todo: el pulso en tus sienes. Un deporte un sentimiento.
    Un relato precioso me encanta, saludos

    ResponderEliminar
  2. Me alegro de que te guste...!!!
    ;-)
    Muchas gracias por tu comentario Juan Manuel.
    ;-)))
    ;-)

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