Para recordarnos que sin luz, no puede haber oscuridad.
También cuentan que el cristianismo se apropió mas tarde del mito pagano y lo hizo suyo.
Y por eso en parroquias y ermitas de la zona se suele contar de boca a boca, que el hacedor, el último día de la creación contempló estos valles. Y así, en su infinita sabiduría, cuando ya no tenía nada que hacer, creó los pueblos negros.
Pueblos construidos con pizarra, para recordarnos que la creación y la luz, nacieron de la oscuridad. Y que sin una no puede existir la otra.
En una zona de enormes y escarpadas montañas.
Montañas y riscos a las que rodea un silencio, que todo envuelve, que se percibe.
Unos lugares en los que acompaña siempre una extraña paz, quizá por ese silencio y por ese continuo claroscuro, propio también de otros lares, ahora vaciados.
Valles con aires limpios -dicen que de los mas puros de la península- y aguas prístinas, que brotan por doquier en arroyos y regatos, al albur de esa pizarra siempre negra.
Entre ellos y entres sus bosques de robles melojos, podemos encontrar -ademas- algunos de los hayedos mas meridionales de nuestro continente.
Ríos en los que, si se observa con detenimiento, se puede intuir el rastro de de musarañas y nutrias. E incluso llegar a verlas, si se esta dispuesto a pasar frío y se es lo suficientemente paciente.
Veredas donde encontraremos boletus, níscalos y otros hongos. En abundancia y entre lagartos verdes, abejas, miel, salamandras y tritones.
Y entre toda esta maravilla, poblaciones centenarias, de negra pizarra.
Reverdecidas por enamorados de la zona y otros que la han mantenido, apegados al terruño de sus antepasados, orgullosos de su herencia.
Inviernos duros de tierra dura.
Negras lajas de pizarras en paredes muros y tejados, fundiéndose con paisaje en una suerte de sencillas, humildes y achatadas construcciones
Haciendas y hallares, patios y tejados, pilastras y cancelas, todos ellos nunca altos y siempre romos, de oscuros grises y negros, que conviven con cercanas, bellísimas y desconocidas Iglesias Románicas, auténticos portales de la comarca.
Poblaciones casi abandonadas, que poco a poco han hecho del turismo rural, del turismo de naturaleza, su forma de subsistir, dentro de una total soledad.
Es el querer de unos de fuera y otros de allí, de donde nacieron, abuelos, padres, y hermanos, lo que impide que desaparezcan definitivamente. Que se pierdan en el olvido.
Me pregunto si a lo peor, precisamente esa soledad hacen que al final, sobrevivan a todo.
Y que quizá por eso siguen ahí.
No se los pierdan.
Muy hermoso como lo describes y como lo cuentas. Dan ganas de ir.
ResponderEliminarBssss...
Andrea
Que bueno Maestre. Haciamucho que no leía algo tan bueno. Muy bueno
ResponderEliminarFede
Ciudad Real